Hace unos diez años apareció en la mayoría de las ciudades y poblaciones importantes del país el fenómeno de la botellona durante las noches de los fines de semana.
Comenzó esta práctica con la costumbre de reunirse a la puerta de determinados locales y bares nocturnos de los que se extraían los vasos a la calle. Esto, unido al alto precio de las consumiciones en algunos locales, fomentó la aparición de botellonas en los lugares más insospechados; plazas, descampados, jardines, aparcamientos, etc.
Lo que antaño surgió como una manera sencilla de entretenimiento se ha convertido hoy en un problema social importante, de difícil solución, sobre todo para aquel que lo padece.
La botellona la realiza un grupo de amigos comprando en cualquier supermercado unas botellas de alguna bebida alcohólica, botellas de refrescos y hielo. El problema surge de la acumulación de muchos grupos de jóvenes de juerga en el mismo sitio; rápidamente aparecen las borracheras y, con ellas los orines, vómitos, griteríos, altercados, destrozos en el mobiliario urbano, residuos por doquier, etc.
Esta situación está generando hoy en día un debate social encaminado a su solución.
Algunos ayuntamientos que han optado por crear actividades de tipo lúdico, deportivo y/o cultural nocturnas para mantener a la gente ocupada fuera de las calles y lejos del alcohol, otros simplemente lo han prohibido, aunque con escaso éxito, mientras que otros plantean lugares acondicionados, botellodromos, apartados de los núcleos residenciales, con todos los servicios necesarios presentes.
Las soluciones son variadas, pero frente a restricciones en los horarios de los locales y la aplicación de los reglamentos municipales en lo que respecta al abandono de residuos y orinar en la vía pública, así como beber alcohol en la misma, la rápida movilidad de estos grupos de jóvenes, buscando nuevas zonas de moda, multiplican el problema.
Mientras tanto, muchas plazas, calles, etc. de nuestras ciudades amanecen los sábados y domingos, así como algunos días entre semana, llenos de basura esparcida por doquier, olores a orines, vómitos repartidos por las esquinas, etc. Frente a esta situación, los ayuntamientos, a través de los respectivos servicios de limpieza viaria deben retirar todos los residuos y dejar la zona en cuestión limpia en el menor intervalo de tiempo para comenzar de nuevo la actividad diaria.
En el caso, por ejemplo, de Granada, la 'movida' nocturna cuesta a las arcas municipales unos 60 millones de pesetas, 23 dedicados al servicio extraordinario de Policía Local y 36 destinados al servicio especial de limpieza, retirando cada día de las zonas de juerga unos 3.500 kilos de residuos. Estos datos son bastante representativos, aunque siempre será muy influyente la temporada del año y el clima local, que permitirá o no la estancia de gente en la calle.
Los residuos propios de estas actividades son envases de líquidos; botellas de vidrio y PET, bolsas de plástico y vasos de plástico, además de una larga lista de residuos de todo tipo.
Por otro lado, las esquinas, zonas ajardinadas, etc. se encontrarán llenas de orines y vómitos, los cuales, al cabo de poco tiempo, comenzarán a ser malolientes. A esto debe sumarse las papeleras derribadas y dañadas, así como otros daños en el mobiliario urbano.
Frente al comportamiento repetitivo de los jóvenes, los servicios de limpieza viaria deben organizar acciones especiales dirigidas a la prevención y a la posterior limpieza.
La prevención, algo complicado, se puede plantear desde dos puntos de vista; la organización de campañas de concienciación dirigidas a la juventud, demandando respeto hacia el entorno y los vecinos, así como destacando los daños sobre la propia salud y las pérdidas económicas en reparación y reposición de elementos dañados.
La segunda es la instalación de contenedores y papeleras de gran capacidad y en mayor número. El resultado no es del todo óptimo, además de ser un tanto contraproducente con respecto a los vecinos, ya que se está "institucionalizando" una determinada zona como lugar fijo permitido de botellona.
La limpieza posterior de las zonas de juerga debe planificarse con anterioridad, ya que estos lugares son de uso repetido, atendiendo aspectos como el carácter del lugar, la duración y asistencia prevista, etc. Las pautas de actuación son variables, pero es conveniente que las actuaciones estén basadas en el empleo de tratamientos de limpieza básicos o complementarios ya organizados, donde estén evaluados los niveles de producción y necesidades de equipo humano y material, asegurando así la eficacia y calidad de la intervención. El empleo de métodos basados en la improvisación o en el exceso de mano de obra conducirá a bajos rendimientos.
Las operaciones de limpieza comenzaran siempre cuando el lugar se encuentre completamente vacío, o sea, a primeras horas de la mañana. El único servicio de limpieza capaz de coincidir con los jóvenes en estas zonas son los de recogida de residuos, ya que ni el barrido de aceras es efectivo, ni el baldeo, muy común en horas nocturnas, es aconsejable por posibles incidentes con los jóvenes.
Los primeros trabajos serán de barrido de las grandes acumulaciones de residuos mediante brigadas de trabajo formadas por tres o cuatro operarios dotados de los útiles básicos y vehículos de caja abierta para cargar los residuos, con la posibilidad de estar apoyados por barredoras de medio o gran tamaño, todo ello seguido por el perfeccionamiento de determinadas zonas con barridos manuales individuales.
Dentro de esta actuación se incluye el vaciado de contenedores y papeleras, así como la reposición de las que se encuentren dañadas, arrancadas normalmente por patadas o golpes y, en caso de máxima babarie, la sustitución de contenedores incendiados. Citando el ejemplo anterior, en Granada, cada fin de semana es necesaria la sustitución de aproximadamente una cincuentena papeleras.
La actuación finaliza con el baldeo de la zona, siendo de especial tratamiento las zonas destinadas a orinar, todo ello mediante baldeos mecánicos, mixtos o manuales, dependiendo de la zona.
De este modo se soluciona una de las consecuencias de este fenómeno nocturno; la suciedad, pero todavía quedan otros muchos problemas como los ruidos nocturnos, el consumo de alcohol excesivo y a edades tempranas, el destrozo del mobiliario, etc. pero estas son cuestiones más difíciles de resolver.